martes, 4 de febrero de 2020

El sueño roto

El Innombrable me llamó para que habláramos pero -como siempre- sólo se trataba de una excusa para que fuera a su casa a acostarme con él. Le llevé una sopa, “es como reconciliación” -le dije-, y viendo que él intentaba poner las pesuñas sobre mí le repliqué; “primero cómete la sopa”.
Fui yo misma a calentársela, mientras él vegetaba frente al televisor, “gritar mucho alivia el alma, pero gritar mucho puede acabar con la voz” le dice un guardia a una mujer presa. !Ahora sí me acomodé yo, El Innombrable viendo telenovelas! Bueno, es la primera vez que me complace sentarme a verlo, con la barriga hacia afuera, los pies descalzos sobre la mesa, su mano izquierda cargando una cerveza y la derecha, a ratos sosteniendo el cigarro y de vez en cuando libre para rascarse las bolas. Cuando el microondas se anuncia, le sirvo la sopa.
Soltó la cuchara antes de dar el primer sorbo me dice:Por favor, ve y búscame el refresco en la nevera”. Con una sonrisa le llené un vaso de refresco y serví otro vaso para mí.
- Te he extrañado- dijo, soltando nuevamente la cuchara. Lo miré de mala gana, y me preguntó si no lo había extrañado yo a él.
- Claro que sí, pero vamos, ¡tómate la sopa, que se te va a enfriar!
- ¡Pero mi amor, es que no tengo hambre! ¿Por qué mejor no vamos al cuarto?- dijo mientras picaba un ojo.
- Después de que te tomes la sopa.
- ¿Y eso por qué?
- Es que la sopa es afrodisíaca.
- ¿Ah, sí?, ¡picarona! Pero yo no necesito de ninguna sopa- se levantó, y tomándome del brazo me replicó -¡Anda, pasemos de una vez pa´el cuarto!
-¡No!- le respondí soltándome, y en lo que volvió a sentarse insistí -¡tómate la maldita sopa!-. Entonces soltó otra vez la cuchara, -¡así no!, ¿pero qué te pasa mujer?, ¿acaso la sopa tiene veneno?
- Ja ja ja- Me eché a reír, él al verme también rió y empezó finalmente a comer.
De repente empezó a botar espuma por la boca y mi risa se convirtió en carcajada. Le arranqué el celular de las manos antes de que pudiera agarrarlo, tomé un pañuelo, lo limpié para borrar mis huellas y luego lo arrojé violentamente al suelo. Corrí a hacer lo mismo con el teléfono de la casa, ante su mirada estupefacta, ante sus ojos como luna llena, y luego me senté frente a él.
Saqué de mi cartera una bolsa celofán con una hoja doblada, la tomé con el pañuelo y... “Esta carta la verán tus padres y creerán que te suicidaste”, le dije antes de empezar a leer:
Queridos papá y mamá, soy una marica alborotada que nunca ha podido salir de Narnia. Por mi culo gozón han pasado todos mis amigos, el Consejo de Escuela, el Consejo de Facultad, el Consejo Universitario, la izquierda y la derecha, todos por igual. Mis dos sueños inconfesables siempre fueron ser sacerdote, para poder usar vestido y vivir alrededor de muchos hombres, o haber sido adoptado en mi infancia por Michael Jackson. Sé que una cosa así no me la iban a perdonar nunca y por eso he decido acabar con mi inútil existencia”.
Mientras su rostro enrojecía intentando contener las lágrimas de rabia que inundaban sus ojos, yo no podía parar de reír, tanto, que creí que moriría con él. Entonces desperté.
Lo de la carta no es buena idea –pensé- ese idiota no debe ni saber qué coño es la ortografía y por esa estupidez pueden descubrir que la carta no la escribió él. Qué carta ni qué nada. No estoy de acuerdo en que todos los suicidas tengan que estar dando explicaciones de sus actos, adiós mundo cruel y punto. En su caso, que piensen que se mató por ser él, esa es razón suficiente.
            Cuando era niña creía que al dormir desperdiciaba el tiempo, que en lugar de eso podía hacer otras cosas, algo así como idear la forma de hacer del mundo un lugar mejor, pero ya no me agrada, odio no poder dormir.
Son las tres de la mañana, voy al baño, tomo agua, regreso. Ya las pastillas para dormir empiezan a surtir su efecto. Cierro los ojos.
Busco en mi bolso un martillo y golpeo a El Innombrable mientras está despaldas viendo la televisión, lo arrastro por los pies y lo pongo en una posición en la cual parezca que resbaló y se golpeó la cabeza con la punta de la mesa. No, es demasiado pesado y además me lleno de sangre, no puedo salir del edificio así. Lo revivo de nuevo, para atacarlo con una inyectadora llena de aire. Se la clavo en el cuello, espero a que le estallen las venas. Me ha hecho mal ver tantas telenovelas.
¡Coño, me despiertan unas locas cantando Aventura a las cinco de la mañana!, no se les puede entender nada, excepto “Ya no te soporto punto y final/ Contigo la muerte es algo divino/ Y sé que al cielo tú no llegarás”. Alguien más se ha molestado, es un vecino que les pide a gritos que se callen porque no lo dejan dormir. Se escuchan tres tiros y la voz del cumpleañero que dice: “¡Ésta es mi fiesta carajo y yo soy quien decide a qué hora se acaba esta vaina!”
Escucho cuando empiezan a cantar cumpleaños pero no el final, porque he esperado a que El Innombrable esté dormido para incendiarlo en su propia cama. De repente cuando empieza a oler a rata quemada se despierta, ¡verga!, en lo que me agarra me doy cuenta que esto ya no es un sueño, y en lo que se tropieza con una mesita aprovecho para soltarme y echar a correr. De todas las formas que me dictó mi inconsciente, tuve que tomar la más absurda.
Por lo menos ya he llegado a la estación del Metro. Reviso todo y me doy cuenta de que no dejé nada. Iré a casa de Hortensia, si me llama la policía estoy segura de que atestiguará que pasé la noche con ella.
Ya es medio día, como siempre, me paré tarde. Es de día y todo ha sido un sueño. Tengo que apurarme a preparar el almuerzo, lo más rápido que puedo hacer es una sopa. Aunque no lo maté en el incendio, no me puedo sacar de la cabeza que hubiera sido más conveniente hacerlo tragar veneno.
No sé por qué tengo tanto sueño. Mi mamá me prestó el auto, así que daré una vuelta por donde vive El Innombrable. ¡Maldición, el muy infeliz no anda por ahí para tirarle el carro encima! ¡Un momento, parece que corrí con suerte!
Voy llegando a la casa y un policía me detiene.
- Señorita, ¿se puede saber por qué lleva todo el capó ensangrentado?
- Oficial, se me atravesó un chigüire sarnoso. A penas lo golpeé supe que tenía que pasarle varias veces por encima y terminar con el sufrimiento. No el de él, sino el mío.
Dormí quince minutos. Tanto cansancio debe ser por las pastillas. Suena el celular, es El Innombrable, seguro que quiere que vaya a su casa.
Puedo decirle que vayamos para la playa, le echo sangre en lugar de bronceador sin que se dé cuenta y… “Anda mi rey, una competencia para ver quién nada más lejos”. No vale, ¡pobres los tiburones!, lo más probable es que se indigesten con semejante mierda.
No sé si contestar. Seguro ya está lista la sopa...

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