El
Innombrable
me llamó para que habláramos pero -como siempre- sólo se trataba
de una excusa para que fuera a su casa a acostarme con él. Le llevé
una sopa, “es como reconciliación” -le dije-, y viendo que él
intentaba poner las pesuñas sobre mí le repliqué; “primero
cómete la sopa”.
Fui
yo misma a calentársela, mientras él vegetaba frente al televisor,
“gritar mucho alivia el alma, pero gritar mucho puede acabar con la
voz” le dice un guardia a una mujer presa. !Ahora
sí me acomodé yo, El
Innombrable viendo
telenovelas!
Bueno, es la primera vez que me complace sentarme a verlo, con la
barriga hacia afuera, los pies descalzos sobre la mesa, su mano
izquierda cargando una cerveza y la derecha, a ratos sosteniendo el
cigarro y de
vez en cuando libre para rascarse las bolas. Cuando
el
microondas se anuncia, le sirvo la sopa.
Soltó
la cuchara antes de dar el primer sorbo
me dice:
“Por
favor, ve y búscame el refresco en la nevera”. Con una sonrisa le
llené un vaso de refresco y serví otro vaso para mí.
-
Te he extrañado- dijo, soltando nuevamente la cuchara. Lo miré de
mala gana, y me preguntó si no lo había extrañado yo a él.
-
Claro que sí, pero vamos, ¡tómate la sopa, que se te va a enfriar!
-
¡Pero mi amor, es que no tengo hambre! ¿Por qué mejor no vamos al
cuarto?- dijo mientras picaba un ojo.
-
Después de que te tomes la sopa.
-
¿Y eso por qué?
-
Es que la sopa es afrodisíaca.
-
¿Ah, sí?, ¡picarona! Pero yo no necesito de ninguna sopa- se
levantó, y tomándome del brazo me replicó -¡Anda, pasemos de una
vez pa´el cuarto!
-¡No!-
le respondí soltándome, y en lo que volvió a sentarse insistí
-¡tómate la maldita sopa!-. Entonces soltó otra vez la cuchara,
-¡así no!, ¿pero qué te pasa mujer?, ¿acaso la sopa tiene
veneno?
-
Ja ja
ja-
Me eché a reír, él al verme también rió y empezó finalmente a
comer.
De
repente empezó a botar espuma por la boca y mi risa se convirtió en
carcajada. Le arranqué el celular de las manos antes de que pudiera
agarrarlo, tomé un pañuelo, lo limpié para borrar mis huellas y
luego lo arrojé violentamente al suelo. Corrí a hacer lo mismo con
el teléfono de la casa, ante su mirada estupefacta, ante sus ojos
como luna llena, y luego me senté frente a él.
Saqué
de mi cartera una bolsa celofán con una hoja doblada, la tomé con
el pañuelo y... “Esta
carta la verán tus padres y creerán que te suicidaste”, le dije
antes de empezar a leer:
“Queridos
papá y mamá, soy una marica alborotada que nunca ha podido salir de
Narnia. Por mi culo gozón han pasado todos mis amigos, el Consejo de
Escuela, el Consejo de Facultad, el Consejo Universitario, la
izquierda y la derecha, todos por igual. Mis dos sueños
inconfesables siempre fueron ser sacerdote, para poder usar vestido y
vivir alrededor de muchos hombres, o haber sido adoptado en mi
infancia por Michael Jackson. Sé que una cosa así no me la iban a
perdonar nunca y por eso he decido acabar con mi inútil existencia”.
Mientras
su rostro enrojecía intentando contener las lágrimas de rabia que
inundaban sus ojos, yo no podía parar de reír, tanto, que creí que
moriría con él. Entonces desperté.
Lo
de la carta no es buena idea –pensé- ese idiota no debe ni saber
qué coño es la ortografía y
por esa estupidez pueden descubrir que la carta no la escribió él.
Qué carta ni qué nada. No estoy de acuerdo
en que todos los suicidas tengan que estar dando explicaciones de sus
actos, adiós mundo cruel y punto. En su caso, que piensen que se
mató por ser él, esa es razón suficiente.
Cuando
era niña creía que al dormir desperdiciaba el tiempo, que en lugar
de eso podía hacer otras cosas, algo así como idear la forma de
hacer del mundo un lugar mejor, pero ya no me agrada, odio no poder
dormir.
Son
las tres de la mañana, voy
al baño, tomo agua, regreso. Ya las pastillas para dormir empiezan a
surtir su efecto. Cierro los ojos.
Busco
en mi bolso un martillo y golpeo a El
Innombrable
mientras está despaldas viendo la televisión, lo arrastro por los
pies y lo pongo en una posición en la cual parezca que resbaló y se
golpeó la cabeza con la punta de la mesa. No, es demasiado pesado y
además me lleno de sangre, no puedo salir del edificio así. Lo
revivo de nuevo, para atacarlo con una inyectadora llena de aire. Se
la clavo en el cuello, espero a que le estallen las venas. Me
ha hecho mal ver tantas telenovelas.
¡Coño,
me despiertan unas locas cantando Aventura
a
las cinco de la mañana!, no se les puede entender nada, excepto “Ya
no te soporto punto y final/ Contigo la muerte
es
algo divino/ Y sé que al cielo tú no llegarás”. Alguien más se
ha molestado, es un vecino que les pide a gritos que se callen porque
no lo dejan dormir. Se escuchan tres tiros y la voz del cumpleañero
que dice: “¡Ésta es mi fiesta carajo y
yo soy quien decide a qué hora se acaba esta vaina!”
Escucho
cuando empiezan a cantar cumpleaños pero no el final, porque he
esperado a que El
Innombrable
esté dormido para incendiarlo en su propia cama. De repente cuando
empieza a oler a rata quemada se despierta, ¡verga!, en lo que me
agarra me doy cuenta que esto ya no es un sueño, y en lo que se
tropieza con una mesita aprovecho para soltarme y echar a correr. De
todas las formas que me dictó mi inconsciente, tuve que tomar la más
absurda.
Por
lo menos ya he llegado a la
estación del Metro.
Reviso todo y me doy cuenta de que no dejé nada. Iré a casa de
Hortensia, si me llama la policía estoy segura de que atestiguará
que pasé la noche con ella.
Ya
es
medio día,
como siempre, me paré tarde. Es de día y todo ha sido un sueño.
Tengo que apurarme a preparar el almuerzo, lo más rápido que puedo
hacer es una sopa. Aunque no lo maté en el incendio, no me puedo
sacar de la cabeza que hubiera sido más conveniente hacerlo tragar
veneno.
No
sé por qué tengo tanto sueño. Mi mamá me prestó el auto, así
que daré una vuelta por donde
vive
El
Innombrable.
¡Maldición, el muy infeliz no anda por ahí para tirarle el carro
encima! ¡Un momento, parece que corrí con suerte!
Voy
llegando a la casa y un policía me detiene.
-
Señorita,
¿se puede saber por qué lleva todo el capó ensangrentado?
-
Oficial, se me atravesó un
chigüire
sarnoso.
A penas lo golpeé supe que tenía que pasarle varias veces
por
encima y
terminar con el sufrimiento. No el de él, sino el mío.
Dormí
quince minutos. Tanto cansancio debe ser por las pastillas. Suena el
celular, es El
Innombrable,
seguro que quiere que vaya a su casa.
Puedo
decirle que vayamos para la playa, le echo sangre en lugar de
bronceador sin que se dé cuenta y… “Anda
mi rey, una competencia para ver quién nada más lejos”.
No
vale, ¡pobres
los tiburones!, lo más probable es que se indigesten con semejante
mierda.
No
sé si contestar. Seguro ya está lista la sopa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario