martes, 4 de febrero de 2020

Carta a Valentín


Mi querido Valentín:
Pese a todos los esfuerzos que en vida hiciste para mantener a los enamorados unidos, el día que se celebra a tu nombre, debo decírtelo, es el peor, incluso el más hipócrita de todo el almanaque. El año pasado caminando por la calle choqué de frente con una pareja, ambos caminaban de la mano y la chica cargaba un ramo de flores que evidentemente le había recién comprado su pareja. Al pasarle por un lado el muchacho me susurró “uuuuy eso si está rico” mientras volteaba a mirar el movimiento de mis caderas –es decir, mi culo-, una evidente falta de respeto, no sólo hacia mi persona sino a la supuesta novia, amor de su vida y dueña de su corazón, aunque evidentemente no de su entrepierna.
Además de ser uno de los días más capitalistas -hace dos años fue el peor de todos, me tocó caminar por el bulevar de Sabana Grande, el cual era un desfile de globos en forma de corazón, niños vendiendo flores, chocolates, osos de peluche, buhoneros con la canción de Titanic a todo volumen y hasta dos perros fornicando a la salida del Metro-, es uno de los peores días de mi vida. El hijo e´puta que anda repartiendo dardos de amor a diestra y siniestra, no ha hecho sino amargarme la vida, francamente la tiene agarrada conmigo y tal pareciera que el muy cabrón me ha declarado la guerra.
Lo dije y lo repito, es un hijo de puta, Afrodita no se conforma con andar por ahí revolcándose con Marte, sino que envía al ciego de su hijo a enamorar a las jóvenes hermosas (entre ellas Dido, Psique, Helena, Doña Bárbara y yo), sólo por cochina envidia, para amargarnos la existencia no importándole que nosotras, pobres mortales, no contamos con el tiempo que ella tiene para disfrutar de la vida.
Hazme el favor de decirle al enano siniestro de Cupido, a quien por mucho tiempo le dieron el mismo medicamento que a los niños de Hollywood para evitar su crecimiento, que cuando lo vea nuevamente lo voy a tomar de las alas y le voy a pagar la cirugía de la vista para que así, por lo menos, no la siga cagando tanto, si se rehúsa, le mostraré la misma benevolencia que él ha mostrado conmigo: lo arrojaré al suelo y con un cuchillo rudimentario, pero muy filoso, le cortaré el estómago y le sacaré desde ahí el corazón, como los antiguos Aztecas hacían en sus rituales, luego lo quemaré, lo haré polvo y esperaré a que él se levante, perdone y quiera empezar de nuevo, para golpearlo, marcarlo como una res, echarle agua y electrocutarlo. Para que vea lo que se siente.
Al respecto del otro mierda amigo tuyo que también usa vestido y tiene cara de güevón en los retratos (igual que todos los santos), aquel que llaman San Antonio, me he cansado de ofrecerle velas, ponerlo de cabeza y esconderle el niño Jesús que tiene en los brazos –el cual ya veo que le importa un carajo, pues considerará una carga estar sosteniéndolo todo el tiempo-, pidiéndole un hombre honesto, inteligente, serio, noble, comprensivo y valiente, pero esa plasta lo que me envía es puros cobardes, groseros, egoístas, chismosos, mentirosos, aguajeros, machistas, soberbios, pichirres y, como si fuera poco, mala camas.
Te propongo reclames que el 14 de febrero en lugar de ser llamado con tu nombre, le pongan día de los hoteles o de los romances fortuitos sería algo más merecido, más real, incluso que lo adhieran al día de la secretaria, sería algo más justo contigo.
De verdad es una lástima que siendo tan caritativo, hayas muerto como un bolsa, no valió de nada andar ayudando a la gente. Como dicen por ahí, así es la vida. Mejor suerte para la próxima.

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