Mi
querido
Valentín:
Pese
a todos los esfuerzos que en vida hiciste para mantener a los
enamorados unidos, el día que se celebra a tu nombre, debo
decírtelo, es el peor, incluso el más hipócrita de todo el
almanaque. El año pasado caminando por la calle choqué de
frente
con una pareja, ambos caminaban de la mano y la chica cargaba un ramo
de flores que evidentemente le había recién comprado su
pareja. Al pasarle por un lado el muchacho me susurró “uuuuy
eso
si está rico” mientras volteaba a mirar el movimiento de mis
caderas –es decir, mi culo-, una evidente falta de respeto, no sólo
hacia mi persona sino a la supuesta novia, amor de su vida y dueña
de su corazón, aunque evidentemente no de su entrepierna.
Además
de ser uno de los días más capitalistas -hace dos años fue el peor
de todos, me
tocó caminar por el bulevar de Sabana Grande, el cual era un desfile
de globos en forma de corazón, niños vendiendo flores, chocolates,
osos de peluche, buhoneros con la canción de Titanic
a
todo volumen y
hasta dos perros fornicando a la salida del Metro-,
es uno de los peores días de mi vida. El hijo e´puta
que
anda repartiendo dardos de amor a diestra y siniestra, no ha hecho
sino amargarme la vida, francamente la tiene agarrada conmigo
y
tal pareciera que el muy cabrón
me ha declarado la guerra.
Lo
dije y lo repito, es un hijo de puta, Afrodita no se conforma con
andar por ahí revolcándose con Marte, sino que envía al ciego de
su hijo a enamorar a las jóvenes hermosas (entre ellas Dido, Psique,
Helena, Doña Bárbara y yo), sólo
por cochina envidia, para amargarnos la existencia
no
importándole que nosotras, pobres mortales, no contamos con el
tiempo que ella tiene para disfrutar de la vida.
Hazme
el favor de decirle al enano siniestro de Cupido, a quien
por
mucho tiempo le dieron el mismo medicamento que a los niños de
Hollywood para evitar su crecimiento, que cuando lo vea nuevamente
lo
voy a tomar de las alas y le voy a pagar la cirugía de la vista para
que así, por lo menos, no
la siga cagando tanto, si se rehúsa, le mostraré la misma
benevolencia que
él ha mostrado conmigo: lo arrojaré al suelo y
con un cuchillo rudimentario, pero muy filoso,
le cortaré el estómago y
le sacaré desde ahí el corazón, como los antiguos Aztecas hacían
en sus rituales, luego lo quemaré, lo haré polvo y esperaré a que
él se levante, perdone y quiera empezar de nuevo, para golpearlo,
marcarlo como una res, echarle agua y electrocutarlo. Para que
vea
lo que se siente.
Al
respecto del otro mierda amigo tuyo que
también usa vestido y tiene cara de güevón en
los retratos (igual
que todos los santos),
aquel que llaman San Antonio, me he cansado de ofrecerle velas,
ponerlo de cabeza y esconderle el niño Jesús que tiene en los
brazos –el cual ya veo que le importa un carajo, pues considerará
una carga estar sosteniéndolo todo el tiempo-, pidiéndole un hombre
honesto, inteligente, serio, noble, comprensivo y valiente, pero esa
plasta lo que me envía es puros cobardes, groseros, egoístas,
chismosos, mentirosos, aguajeros,
machistas, soberbios, pichirres y, como si fuera poco, mala camas.
Te
propongo reclames que el 14 de febrero en lugar de ser llamado con tu
nombre, le pongan día
de los hoteles o
de
los romances fortuitos sería
algo más merecido, más real, incluso que lo adhieran al día de la
secretaria, sería algo más justo contigo.
De
verdad es una lástima que siendo tan caritativo, hayas muerto como
un bolsa, no valió de nada andar ayudando a la gente. Como dicen por
ahí, así es la vida. Mejor suerte para la próxima.
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