martes, 22 de diciembre de 2009

La Mujer y La Ciudad

En Venezuela la crónica toma forma a partir del costumbrismo. Observamos en ella el panorama social y general, expresado en individuos típicos como Pepito, en Muchachos a la moda de Daniel Mendoza, un lechuguino que viste siempre a la moda, es el orgullo del padre, no respeta a nadie porque se cree más inteligente que los demás, pero es simplemente un vago y un vividor. Está también Un muerto de Andrés Silva, donde se habla sobre la beatificación de los muertos. Cuando una persona muere, las demás acostumbran a decir que en vida era un Santo, aunque nada tenga que ver con la realidad, por eso el narrador dice: “aunque usted sea viejo, malo, feo y cobarde, la sociedad ha perdido a una fuerte columna”. Y en Medicina callejera de Miguel Mármol, mejor conocido como Jabino, se hace alusión a la forma en que la gente siempre halla un medicamento o una solución, muchas veces perjudicial, a la anomalía que otras personas presentan cuando se enferman.
Como refiere Earle Herrera, el costumbrismo le dejó a la crónica “el pasaje humano, psicológico y social de toda una época, [así como las ansias de] satisfacer ese deseo de crítica y chismorreo que anida en el alma humana” (48 pág). Es por ello la importancia de escritoras como Elisa Lerner quien, a través de sus relatos, forja la imagen representativa que ha marcado a la mujer dentro de la sociedad.

Está por ejemplo, Final de un cándido sueño rooseveltiano, en Crónicas Ginecológícas de Elisa Lerner, donde se nos habla de la astucia de los hombres venezolanos, quienes “en materia de política muchas veces han sido tontos. Pero nunca en materia de amor” (65 pág). Un dentista casado, enamora a una modista, Mercedes García, y la convence a base de artimañas a no reclamar el traje nupcial y conformarse con lo que la relación pudiera ofrecerles, pero consigue otra amante y es descubierto por Mercedes quien, para vengar el orgullo herido, le dispara –sin lograr acabar con la vida del desgraciado- varias veces una pistola que él mismo le había dado a cuidar. Luego señala Lucila Palacios, parafraseada por Lerner, “-frente al desamor y largo engaño del dentista- quien había aullado de dolor, de orgullo femenino rebelde había sido Mercedes -la amante, desnuda de todo derecho- y no la esposa, dócil, inerte y haciéndose la vista gorda porque a ella, de todos modos, la amparaba conyugal protección” (68 pág).

En Miss Venezuela: Otra fracasada versión de El Dorado, vemos por ejemplo, cómo el concurso Miss Venezuela se ha convertido en otro medio que el venezolano utiliza para volverse famoso y adinerado, al igual que El Kino Táchira, “el concurso de Miss Venezuela, es sólo uno más entre el montón de socarrones negocios publicitarios que alteran la autenticidad del país. Estas reinas de belleza, de lleno comprometidas en el atolondramiento de la astucia comercial, hace tiempo que dejaron de representar las mejores causas del país” (36 pág). Ya no vemos la inocente pasión política y cultural, que Lerner menciona en los liceos capitalinos durante el treinteno democrático. Si Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, era la única novela que habían confesado leer las misses de la década del cincuenta, no sería extraño escuchar que el autor preferido de las misses actuales sea Paulo Cohelo, así como Norkis Batista confesó no haberle dado importancia a leer La Trepadora, cuando le tocó interpretar un papel en la adaptación para televisión que sacara RCTV de la novela de Gallegos. Seguramente si los premios para la ganadora del concurso fuera el dedicarse enteramente a las causas sociales del país, en lugar de un yate, una casa en Miami y demás comodidades, nadie se inscribiera o tuviéramos una más honesta y comprometida representación.

Para Martí citado por Ramos, en el capítulo de Decorar la ciudad: crónica y experiencia urbana, de Desencuentros de la Modernidad, “la ciudad aparecerá estrechamente ligada a la representación del desastre [y] de la catástrofe, como metáforas claves de la modernidad (…) La ciudad, ya en Martí, espacializa la fragmentación –que ella misma acarrea- del orden tradicional del discurso, problematizando la posibilidad misma de la representación.” Por eso, Martí va a hablar en sus crónicas, de que existe algo “oscurecido, desarticulado [y] polvoriento”. Surge el ferrocarril como elemento desintegrador de las familia, la mujer, más dedicada al goce y a la vanidad, es incapaz de transmitir buenos valores a los hijos, y como Ismaelito, los niños crecen sin un padre que los oriente.
Latinoamerica es una gran región de madres solteras.

En un principio, en Venezuela, dentro de la clase media las mujer venezolana debía ser cónyuge o costurera, según nos menciona Lerner en Un dócil rumor de máquinas Singer, luego a través de las películas y las telenovelas aparece la airosa mecanógrafa y, más adelante, de la mano de las actrices de los años cuarenta: Katherine Hepburn, Bárbara Stanwyck y Lana Turner, la reportera, mujer que en un mundo de hombres se ve obligada a escalar enrollada en las sábanas de los jefes. Ahora las mujeres corremos a “un indiscreto turismo sexual a los moteles” (57 pág), como aparece en Postal de Amor para Olivia. Nos hemos querido hacer independientes y en lugar de eso hemos facilitado el trabajo a los hombres en muchos aspectos, como en la conquista, el respeto, la lealtad, la responsabilidad y la fidelidad para con nosotras mismas. Nos pusimos en boca de todos, como aparece en El modo de comer del venezolano: La mujer, muy resguardada comensal, sobre las recetas que se guardaban celosamente dentro de las familias: “hoy estas famosas recetas culinarias se hallan muy publicitadas en tersas páginas de las revistas femeninas. Al tiempo que las hijas de esa misma familia esquivan, al parecer, una innecesaria virginidad ingiriendo pastillas anticoceptivas” (43 pág).

La liberación femenina, fue una máscara tramposa y mentirosa de las películas hollywoodenses que tenían esa moraleja de que la mujer sólo podía triunfar a través de su cuerpo. Como dice Lerner, en Zona oscura de la liberación femenina:


Para muchos hombres de nuestro país, el amor es una aspiración meramente numérica, transitoria (pero siempre triunfante) de obtención de mujeres […] Hay desencuentros: en nuestro país la libertad que otorga la pastilla es relativa. El macho sigue siendo el amo de un horario sexual que, muchas veces, es efímero, circunstancial, tiránico, oscilante. (191 pág).


Julio Ramos señala, en su capítulo sobre Decorar la ciudad: crónica y experiencia urbana, de Desencuentros de la modernidad, “paradójicamente, el encuentro con los discursos y en la crónica posibilita la consolidación del emergente campo estético”, pero al mismo tiempo por su capacidad etiquetadora de la sociedad, influye de una manera negativa en el modo que tenemos nosotros mismos al identificarnos. Dice Lerner que “éramos una sociedad de comadres” (La criminal peligrosidad de las rubias, 163 pág). El hecho de decir que las mujeres nos caracterizamos por ser chismosas, livianas, débiles, o de voz pequeñita no es algo que defina sólo una manera de ser real de la mujer sino algo propagado a través de la literatura.


Coco Chanel es una mis héroes, vistió a la mujer por fuera, la mujer en la literatura tiene la misión de contribuir a vestirla por dentro. Pienso que hay que retomar el papel forjador que tiene la literatura sobre la mujer. Según Lerner en La crónica femenina del franquismo, la novela rosa tiene un gran auge porque es barata y cubre “las fantasías del país pobre y pagato” (74 pág), más que literatura femenina hay libros-mujer donde se muestra la imaginación femenina. No lo creo, si Virginia Woolf consigue narrar en sus novelas no sólo los pensamientos femeninos sino también los masculinos, cuando por ejemplo dice: “Tal como la nube cruza ante el sol, así cae el silencio sobre Londres, y cae sobre la mente. Los esfuerzos cesan. El tiempo ondea el mástil. Aquí nos detenemos; aquí quedamos quietos, en pie. Rígido, sólo el esqueleto de la costumbre sostiene el caparazón humano. Que no contiene nada, se dijo Peter Walsh, y se sintió vacío” (La Señora Dalloway. 77 pág), es por una clara prueba del egoísmo de los hombres. Si el hombre es incapaz de profundizar en los pensamientos de las mujeres, no es porque seamos seres complicados, sino porque a ellos simplemente nos les interesa y en realidad les cuesta mucho pensar.


Ese desarraigo entre hombres y mujeres, surge a causa de la ciudad. El hombre como Fausto, en La resipisencia de Fausto, de Ramos Sucre, de su Antología Poética, “ha abandonado el estudio parsimonioso y el amor suave de Margarita, desde que trata con cierto personaje recién apartado del pueblo”. La urbe termina por hundir al hombre en su desorden, su desorientación y su caos reflejado en Entonces:

Te reconoceré al punto, no me sorprenderán tu alma atormentada y exquisita (…) El día de nuestro encuentro será igual a cualquier día de tu vida: Te veré buscando paso entre la multitud de transeúntes y carruajes que llena con su tumulto la calle y con su ruido el aire frío. La calle ha de ser larga (…) la harán más tediosa enormes edificios que niegan a la vista el acceso al cielo. Lejos de la ciudad nórdica estarán para entonces los pájaros que la alegraban con su canto y olvidado estará el sol (…) cuyo horror aumenta la industria con el negro aliento de sus fauces […] Al encontrarte, quedaremos unidos por el convencimiento de nuestro destierro en la ciudad moderna que se atormenta con el afán del oro (…) Unidos en un mismo ensueño, huiremos del mundo, cada día más bárbaro y avaro. Huiremos en un vuelo, porque nuestras vidas terminarán sin huellas, de tal modo que éste será el epitafio de nuestro idilio y de nuestra existencia: “Pisaron como sonámbulos sobre la tierra maldita”.

Ésta desunión entre hombres y mujeres, se ve representada también en las tiras cómicas, Los Picapiedras duermen en camas separadas, y como subraya Lerner en Moral en las tiras cómicas, de la recopilación en Yo amo a Columbo, “la tira cómica es, pues, género muy moral y, sin embargo, señala la expresión de cómo la risa, cómo lo cómico dejó de ser una risueña intimidad, un privilegio individual, una estupenda posesión personal y se fue convirtiendo en patrimonio de grandes mayorías, de la clase media”. 


A través de cada uno de estos personajes vemos representado el amor en las sociedades urbanas, amor que muchas veces como dice Lerner “es, solamente, un acto de adjudicación de vivienda” (Notas de un aspirante a escritor). Amor –desamor- que repercute catastróficamente en los niños. Mafalda, inventada por Quino, “responde a esa época de niños superdotados que nos ha traido la sociedad post-industrial” (Elisa Lerner. Mafalda). Mafalda mediante un agudo sentido crítico orientado a través de la televisión, piensa como adulto, quiere superarse académicamente al contrario de su madre, y dice cosas como que al mandar al trabajo a un padre, ellos, a cambio te devuelven una piltrafa de hombre. 


Henry busca un padre, llegando a suplir esa ausencia en sí mismo, representa a esos niños que “hasta cierto punto, son niños abandonados, niños de la soledad”, la vida de los niños como Henry “está rota, fragmentada. Es una vida con tíos, que sólo aparecen cortés y efímeramente porque, como los políticos que han triunfado no vuelven jamás a donarnos su intimidad” (Elisa Lerner. Comprensión de Henry). 


Finalmente Lulú a diferencia de Periquita, quien al pasar mucho tiempo sola en casa de la tía o al cuidado de una señora, sale a la búsqueda de otros domicilios donde encontrar un compañero de juego (La crónica de un pequeño matriarcado, E. Lerner), se rebela ante la indiferencia del padre, admitiendo solamente frente al otro sexo una astuta competencia.

Bibliografía
Andrés Silva. Un Muerto.

Earle Herrera. La Magia de la Crónica. Dirección de Cultura. Universidad Central de Venezuela. Caracas. 1986.

Elisa Lerner. Crónicas Ginecológicas. Línea Editores Caracas. 1984.

Elisa Lerner. Yo amo a Columbo. Monte Ávila Editores, C.A. Caracas- Venezuela. 1978.

Daniel Mendoza. Muchachos a la Moda.

Jabino. Medicina Callejera.

José Antonio Ramos Sucre. Antología Poética. Monte Ávila Editores. Prólogo de Francisco Pérez Perdomo. Caracas- Venezuela. 4ta Edición. 1998.

Julio Ramos. Desencuentros de la Modernidad. Fondo de Cultura Económica. Primera Reimpresión. México. 2003.

Virginia Woolf. La señora Dalloway. Prólogo de Mario Vargas Llosa. Traducción de Andrés Bosch. Edit. Lumen. Quinta Edición. España- Barcelona. 2007.

Ella ha Muerto

Su llamada me despertó de madrugada, aquel llanto robaba a la noche lo más preciado que puede ofrecer, su silencio, y entre palabras cortantes me decía: "Ella, nuestra amiga, ha muerto".

A las dos de la tarde, mientras el sol arrojaba toda su perversidad, me había escrito que nos encontraríamos luego de una hora en la entrada del metro para ir juntas a la universidad. El día había sido un infierno, me había tenido que bañar con totuma porque el agua se había ido. ¡Maldito ahorro, maldita escasez!, ¿cómo quieren que no desperdicie el agua si me tengo que clavar veintiséis totumazos para poder sentir que no salgo a la calle empegostada, no a Camay sino a jabón Las Llaves?

Me subo al metro y “que el Señor los bendiga, ¿cuántos dicen Amén? Hermanos, yo no vengo a hacerles perder su dinero, yo no estoy pidiendo una colaboración, yo lo que deseo es hacerles llegar la palabra de Dios” ¡El coño de la madre!, ¿pero quién le hace llegar a Dios mi palabra?

No sé por qué me afano tanto en llegar a la universidad si cuando entro a la escuela me sube al cuerpo una especie de náuseas, que se transforman en ganas de salir corriendo. Pero ¿salir corriendo a dónde?

Se me acabó la batería, así que no le puedo decir a Julio que recoja mi examen y firme la lista por mí. "Llegas tarde" es lo que me dice la profesora al entrar, como si no pudiera repetirle de memoria todo lo que dice en sus clases: “Si no hacen los trabajos como se los estoy pidiendo, es porque todavía no han logrado quitarse de la cabeza el adoctrinamiento del bachillerato… ¿Ustedes se dieron cuenta de la cola que había para entrar a la universidad? Chico, si quieren protestar háganlo a las puertas de la Casa Amarilla y así yo puedo estacionar mi carro en paz donde a mí me dé la gana".

Tan, tan, tan, tan (se escuchan las campanas de la parroquia siempre a la misma hora, siempre con el mismo tono). "¿Tú eres Resignación?, ¿tú no te llamas Resignación? ¡Ah, es que hay muchos que se llaman Resignación en esta clase!”. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh! "¿Qué pasó? ¿Por qué estás gritado?". Nada profe, quería atreverme a salir de la rutina. De hecho acabo de darme cuenta que todos siempre nos sentamos en los mismos pupitres, en iguales posiciones, cambiaré e iré a sentarme fuera del salón, así que si necesita algo estaré en el pasillo.

¡Bum! Sale Calamidad del baño con todo el maquillaje corrido. "Seguro que le están tirando plomo a Derecho. Sigo pensando que la solución para la FHyE es sacar a esa escuela de esta facultad, no les pertenece. Se nos terminarían los problemas a los humanistas. ¿Quién dijo qué tenemos que convivir con Derecho y sus leyes?", comentó Ironía.

"Sí, lo que tú digas, pero vámonos antes de que se forme un peo", dijo Calamidad, mientras me llevaba del brazo. Los peos nunca faltan, hasta eso se ha vuelto parte de la cotidianidad, pensé.

"¿Aló?, ¿qué pasó?, ¿sigues ahí?". Sí, Calamidad, aquí estoy, ¿qué pasó?, ¿cómo está eso de que se murió Consolación? "Nada amiga, iba saliendo de su casa y un motorizado se la llevó por delante. Tú sabes como son esos bichos, no respetan a nadie. ¡Los muy desgraciados!, no sabes el odio que estoy sintiendo ahora por todos ellos. ¡Ojalá se mate en la moto el infeliz ese que la atropelló!"

¿Y si tiene familia?, ¿padres, esposa, hijos, bocas que alimentar? "¡Qué familia ni qué nada va a tener ese mal nacío!". No sé, fue algo que se me ocurrió.

"¿Tú y Ella se iban a encontrar verdad?" Sí, ¿cómo lo sabes? "Bueno, porque te estaba escribiendo un mensaje y por eso no vio la moto, decía que iba en camino, pero no lo pudo enviar. Eso fue lo que me dijo el hermano, me dijo también que te había tratado de localizar pero tenías el teléfono apagado. Mañana la velan". Está bien. Nos vemos mañana.

lunes, 16 de noviembre de 2009

El matriarcado de Elisa Lerner



Siento que entre más leo más despierto. Esa fue la impresión que me dio leer Crónicas Ginecológicas de Elisa Lerner. Cada historia es fácil de traer al tiempo actual. A través de los concursos de belleza, por ejemplo, echamos una mirada hacia aquellas mujeres que en el pasado eran expuestas –también en una especie de pasarela- para ser vendidas en los mercados de los antiguos imperios como esclavas.

Hoy, al igual que en épocas anteriores, una turba de hombres se aglomera frente a los escenarios –o frente a los televisores-, para presenciar el desfile de esa mercancía (pues sin duda exhiben sus virtudes al igual que lo haría un Pantene ante un Sedal) que aunque no podrán comprar para satisfacer sus deseos carnales, sin duda sí, llevarán a sus trabajos, a través de los almanaques.

Mientras, las amantes vengarán a balazos el desamor y el largo engaño de los hombres venezolanos quienes, como señala la narradora, “en materia de política, muchas veces han sido tontos. Pero nunca en materia de amor”, dentro de Final de un cándido sueño rooseveltiano.

Cuando leía esta crónica, escuchaba, por casualidad –las mujeres de ahora no vemos culebrones-, a un personaje de la telenovela La favorita, escrita por João Emanuel Carneiro, diciéndole a otro, que la labor de una prostituta es facilitar y no complicar el trabajo de los hombres, ¿y acaso no es eso lo que hacemos siempre las mujeres? Mercedes García –personaje principal de la crónica en cuestión-, rechaza el traje de novia, para acceder al apasionado amor que le declara el dentista, quien se consigue otra amante, mientras que la esposa -bien, gracias- se hace la vista gorda porque la ampara “conyugal protección”.

Hoy día las mujeres no les damos ningún trabajo a los hombres, a partir de la pastilla pensamos que teníamos la libertad tomada del vestido y resulta que siguen siendo ellos –los hombres- quienes gobiernan hasta nuestra menstruación. Para los hombres “el amor es una aspiración meramente numérica, transitoria (pero siempre triunfante) de obtención de mujeres” señala Lerner en Zona oscura de la liberación femenina. Las novias, solemos hoy día correr “a hacer un indiscreto [urgente] turismo sexual a los moteles” (Postal de amor para Olivia).

Guste o no, lo cierto es que la mujeres nos hemos perdido el respeto, hemos querido que se nos valore, pero no tenemos un buen concepto de nosotras como género. Un ejemplo de ello, es que nos seguimos catalogando como chismosas, torpes conductoras, vanidosas, etc. En sus crónicas, Lerner hablará constantemente sobre una mal llamada literatura femenina, en mi opinión no sólo existe, sino que debe existir este tipo de literatura. Se hace imprescindible para la formación de nuestras mujeres, dejar de referirnos sobre nuestra propia voz como temblorosa o pequeñita.

Quienes hacemos la imagen, la identidad, de la mujer somos nosotras mismas, y debemos dejar de decir que somos frágiles. “En muchas mujeres hay miedo a escribir porque -aún- hay miedo a vivir”. No tengamos miedo para ninguna de estas cosas que menciona la autora y sigamos el matriarcado que señala Lerner en sus Crónicas.

jueves, 29 de octubre de 2009

El Amerindio en el País de los Gigantes

Al igual que el dicho “en casa de herrero cuchillo de palo” el escritor, quien cumple un papel formador dentro de la sociedad, pues lleva en sus manos la tarea de hacer cultura, como un Prometeo que roba el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, idéntico a Jack que al escalar el árbol, creado por las habichuelas mágicas, extrae los tesoros del gigante para llevarlos a su hogar, muchas veces se ha visto en la necesidad de retirarse a otros pueblos, a otras naciones, y se convierte en lo que Julio Ramos denomina “un exiliado de la polis”.

En la época de la fundación, en la cual los países de América empezaron a nacer y dar sus primeros pasos hasta convertirse en territorios emancipados, el primero en plantearse la idea de espacio, territorialidad y un continente hispanoamericano libre fue Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez (1750-1816).

Francisco de Miranda aboga por una Hispanoamérica unida, participando en la Independencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa hasta alcanzar la Independencia de Hispanoamérica. Para alcanzar este objetivo final, varias veces visita a William Pitt, primer ministro británico de la época, para intentar convencerlo sobre su conveniencia en la emancipación de Hispanoamérica, y presenta también su proyecto a George Washington, Alexander Hamilton, Thomas Paine y Gilbert de La Fayette. Napoleón se refirió a él como un “Quijote, que no está loco, [que] tiene fuego sagrado en el alma”.

Y más adelante, Miranda, traduce y publica la Carta a los Españoles Americanos, escrita por Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, jesuita de origen peruano, en la que va a expresar la idea que él tiene sobre la población que constituye el territorio latinoamericano, pues juegan un papel importante, y por igual, tanto el indio como el criollo. Es decir, que al hablar de hispanoamericanos no se refiere a los blancos mantuanos o patricios, a las clases de mayor abolengo, sino a una sociedad mestiza, que integra tanto al blanco, como al indio, etc.

“El nuevo mundo es nuestra Patria, su historia es la nuestra, y es en ella que todos nuestros deberes esenciales, nuestros más caros intereses, nos obligan a examinar y a considerar atentamente el estado de nuestra presente situación”, es decir igualdad y libertad para todos los hispanoamericanos.

Los viajes de Miranda, marcan la brecha de la emancipación del continente latinoamericano, y según Julio Ramos, “los diarios de Viaje por los Estados Unidos de la América del Norte (1783-1784)” de Francisco de Miranda, fueron la clave para los patricios modernizadores, aquellos escritores que marcharon fueron de sus países reseñando a través de la crónica, en la época de la modernización, aquello que estaba ocurriendo en países desarrollados y estaba por suceder en sus propias naciones, y precisamente estos diarios de Miranda, constituyeron una suerte de mapa.

El insigne Andrés Bello se expresa de Miranda en la siguiente forma:

¡Miranda! de tu nombre se gloría
también Colombia; defensor constante
de sus derechos; de las santas leyes,
de la severa disciplina amante.
Con reverencia ofrezco a tu ceniza
este humilde tributo, y la sagrada
rama a tu efigie venerable ciño,
patriota ilustre, que, proscrito, errante,
no olvidaste el cariño
del dulce hogar, que vio merecer tu cuna;
y ora blanco a las iras de fortuna,
ora de sus favores halagado,
la libertad americana hiciste
tu primer voto, y tu primer cuidado.


De la misma forma, Bello va a expresar constantemente en su poesía la idea de melancolía, destierro y añoranza por el paraíso perdido que para él significa Caracas. En El Anauco escribe por ejemplo: “Tú, verde y apacible/ ribera del Anauco,/ para mí más alegre,/ que los bosques idalios”, y según José Ramos en el prólogo a Andrés Bello, que escribe en la Antología Esencial, “nos habla de un idílico riachuelo caraqueño (…) en presencia de la desvelada perspectiva de un tiempo y un espacio arrebatados y perdidos para siempre”. De esta forma expresa Bello su idea de ciudad y territorio. Un paraíso arrebatado, incluso despezado por la idea de modernización. La ciudad, la gente, se desplaza, deja de trabajar el campo, se acaba incluso la naturaleza, para forjar, lo que Bello siempre va a criticar, una sociedad consumista y despreocupada por su tierra.

Durante su estancia en Londres, Andrés Bello, crea Silbas americanas, que luego Pedro Pablo Barnola titula como Elegía del desterrado, en la que va a decir:

¿Y posible será que destinado
he de vivir en sempiterno duelo,
lejos del suelo hermoso, el caro suelo (…)
oh montes, oh colinas, oh praderas,
amada sombra de la patria mía,
orillas del Anauco placenteras, (…)
Visitaré la cumbre, el verde soto,
el caro río, y la cañada amena;
y en mi patria, ¡ay de mí!, seré extranjero.


Bello exalta la huella que ha dejado el espacio irrecuperable y el retiro del campesino, lo cual se denotará ampliamente en La agricultura a la zona tórrida:

¡Salve fecunda zona! (…)
Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra, (…)
escasa industria bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
¿Por qué ilusión funesta
aquellos que fortuna hizo señores
de tan dichosa tierra y pingüe y varia,
al cuidado abandonan
y a la fe mercenaria
las patrias heredades,
y el ciego tumulto se aprisionan
de míseras ciudades,
do la ambición proterva
sopla la llama de civiles bandos,
o al patriotismo la desidia enerva;
do el lujo las costumbres atosiga,
y combaten los vicios
la incauta edad en poderosa liga? (…)
el campo es vuestra herencia; en él gozaos
¿Amáis la libertad? El campo habita,
no allá donde el magnate
Id a gozar la suerte campesina;
la regalada paz, que ni rencores
al labrador, ni envidias acibaran;
agricultura,
nodriza de las gentes,
Ya de lo que antes era
verdor hermoso y fresca lozanía,
sólo difuntos troncos,
sólo cenizas quedan; (…)
Saciadas duermen ya de sangre ibera
las sombras de Atahualpa y Moctezuma (…)
De su triunfo entonces, Patria mía,
verá la paz, a cuya vista el mundo llena
alma, serenidad y regocijo;
vuelve alentado el hombre a la faena,
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza (…)
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa,
se animarán, citando vuestro ejemplo (…)
postrar supieron al león de España.


Y es importante a su vez reflexionar en esta idea. La industrialización atrajo a las familias hasta las ciudades y éstas abandonaron el campo, hoy en día existe una generación de grandes pensadores, altos profesionales y filósofos, que no saben trabajar la tierra. Somos seres incompletos, quienes en ocasiones nos lamentamos por la vida ajetreada de las ciudades, los pocos ingresos y las pocas oportunidades de empleo, y resulta que al mirar a nuestros antecesores tuvimos algún abuelo o bisabuelo que acreedor de una producción de café o ganado, etc., que fue abandonado por nuestros padres y de no haber sido así, ni nosotros ni el país entero, estuviéramos pasando necesidades. Las personas que alguna vez tuvieron que abandonar su territorio, lo hicieron obligados por causas mayores (como ocurrió durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra Federal de España, y demás) pero actualmente muchas veces preferimos, en una noción equivocada de avance cosechar papas o trabajar de mesoneros en otros país, antes de explotar los recursos de nuestro propio hogar.
Bello va a dar una idea de ciudad devastadora, y como señala Alejo Carpentier, citado por Ramos, da un ejemplo de formación ciudadana en cuyos versos invitan a la juventud a regresar al campo y a trabajar por él, único punto de ventaja sobre las huestes imperialistas. Además de hacer una crítica a la sociedad que lejos de educar y ser provista de virtudes, acaba con la lozanía de las jóvenes:

¡Todas nacidas apenas,
y ya cadáveres fríos (…)
¡Tanta flor deshojada! (…)
la celeste diáfana aureola
que en sus quince la niña arrebola.
Nunca en su pecho el ardor
de su liviano afecto, cupo;
no supo jamás de amor,
aunque inspirarlo sí supo (…)
Murió… ¡la alegre!, ¡la gentil!, ¡la pura!
¡la amada!... el baile abrió su sepultura.


Las sociedades crean mujeres prematuras, madres jóvenes, en mayoría solteras, que por una idea mal formada de lo que significa liberación, se prostituyen y convierten en mujeres precoces, olvidándose, no por cuenta propia, de que son piezas principales de la familia, al respecto Martí señala:

Debemos preguntarles a las mujeres cuál es el fin natural de su sed inextinguible por el placer y la distracción. Demos preguntarles si […] pueden luego llevar a su hogar esas sólidas virtudes, esos dulces sentimientos, la bondadosa resignación, aquel evangélico poder de consuelo que sólo puede conservar en algo un hogar sacudido por la desventura, e inspirar a los hijos el desprecio por los placeres materiales y el amor por las satisfacciones internas que hacen a los hombres felices y fuertes.
También Rubén Darío lo señala en Noé Parisiense, publicado en Peregrinaciones, en donde alude a una niña que se le ve conoce las artes de la seducción. Viste como adulta, al igual que el resto de los niños, a quienes se les ve, como Darío señala, ; “es raro encontrar la faz de rosas del fresco niño inglés, o la vivacidad sana de nuestros muchachos”.

Por otro lado, también para Bello la ciudad se inspirará como especie de una Babilonia, un espacio en el que circulan todas las razas y todos los géneros, como se pronuncia en Alocución a la poesía:

De mártires que dieron por la patria
la vida, el santo coro te rodea:
Régulo, Trásea, marco Bruto, Decio,
cuantos inmortaliza Atenas libre,
cuantos Esparta y el romano Tibre;
los que el bátavo suelo y el helvecio
muriendo consagraron, y el britano;
Padilla, honor del nombre castellano;
Caupolicán y Guacaipuro altivo,
y España osado; con risueña frente
Guatimozín te muestra el lecho ardiente;
muéstrate Gual la copa del veneno;
Luisa el cruento azote;
y tú, en el blanco seno,
las rojas muestras de homicidas balas,
heroica Policarpa la señalas,
tú que viste expirar el caro amante
con firme pecho, y por ajenas vidas
diste la tuya, en el albor temprano
de juventud, a un bárbaro tirano.


Se ven en éste poema mezclados romanos, griegos, indios …, y no sólo hombres luchadores sino mujeres valientes y temerarias por igual.

La Poesía, en Bello, cumple su papel al colocarse como principal emancipadora de la libertad de los montes:

Divina Poesía,
tú de la soledad habitadora,
tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culpa Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grade escena (…)
No te detenga, oh diosa,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a cálculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.


Mientras, José Martí va a dirigir su voz principal desde la crónica, la cual utiliza como un mecanismo de denuncia. En Tres Héroes, Martí va a situar a las Américas y al pueblo que la integra, como un continente en el cual debe prevalecer el derecho, la igualdad y la lucha por un pueblo hegemónico y soberano, “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado”. Y va a hacer mención sobre tres figuras importantes en la independencia del continente;

éstos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.

Sucede además, que Martí va a hablar sobre la ciudad a partir de la modernización, donde el lugar de la literatura y de los escritores tiene que redefinirse, el texto Martiniano, como refiere Julio Ramos, en Desencuentros de la Modernidad, busca “una meditación sobre el lugar impreciso de la literatura en un mundo orientado a la productividad, dominado por los discursos de la modernización y el progreso”. Los escritores buscan su lugar en la sociedad, puesto que tienen que trabajar para vivir, y muchos de ellos se ven obligados a veces a escribir no lo que desean sino lo que quieren los demás. Se puede decir que no se trata ya del escritor como ser individual inmerso en su mundo, sino del escritor en el mundo de los demás. Aparece entonces en escena la sociedad, y cómo va dirigido el discurso literario hacia ellos.

Afirma Ramos “aún en los escritores más politizados, es notable la tensión entre las exigencias de la vida pública y las pulsiones de la literatura”, en América Latina no se establece el mercado editorial hasta el siglo XX, mientras que Europa el discurso literario tuvo un auge educativo, en nuestros países pudo desarrollarse con mayor auge la crónica ligada al periodismo. Se habla de literatura como una profesión, en la cual queda escribir para vender lo que la gente quiere leer, o vender para aquellos quienes quieran comprar lo que el escritor dice. Martí sufrió mucho esto, puesto que en una de las tantas cartas del editor de La Opinión Nacional de Caracas, este le dice: “entre tanto debo participarle que el público se muestra quejoso por la extensión de sus últimas revistas sobre Darwin, Emerson, etc., pues los lectores de este país quieren noticias y políticas, y la menos literatura posible”.

Sin embargo, Martí seguirá denunciando, y por ejemplo en Las Ruinas Indias, se exalta a la América de los indios, quienes de por sí tenían su propia civilización.

A pesar de que los indios pudieran ser terribles supersticiosos, eran personas sabias, que valoraban las artes y la agricultura. Cada pueblo poseía características diferentes, tenían originalidad, organización, valoraban y respetaban la naturaleza, y todo esto llega a su fin con la aparición del hombre blanco. Como expuso Bello, el indio no perdió por bravura sino por mala fortuna, su pueblo era tan justo e injusto como los otros, y sobre esto Martí va a decir: “La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos. Y de los indios han dicho más de lo justo en estas cosas los españoles vencedores, que exageraban o inventaban los defectos de la raza vencida, para que la crueldad con que la trataron pareciese justa y conveniente al mundo”.

Martí advierte que los pueblos no podemos separarnos, pues relata que cuando llegó Cortés, éste estaba al tanto de la discrepancia existente entre algunos indios que, molestos por algunos pueblos fanáticos que buscaban amedrentar a los más débiles, veían muy ingenuamente en los españoles a los soldados del dios Quetzalcóatl que venían del cielo a liberarlos de la tiranía. Cortés se aprovechó, arremetió en contra de los bravos y cuando hicieron su entrada los sacerdotes españoles, derrumbaron los templos indios para imponer sus dioses. Y muchas veces esto es lo que hacen las naciones dominantes, “divide y vencerás” decía Napoleón, y a fuerza de estar divididas las culturas latinoamericanas, nos hemos dejado invadir incluso en el idioma, un ejemplo son los países en los que ya es un idioma oficial el inglés alternativamente con el español.

“Todo hombre ha de aprender a trabajar en el campo, a hacer las cosas con sus propias manos, y a defenderse”, era lo que reclamaba José Martí, luego en El Padre de las Casas evidenciará:

¡No es verdad que los indios de México mataran cincuenta mil en sacrificios al año, sino veinte apenas, que es menos de lo que mata España en la horca!, ni somos nosotros quién, con todos nuestros cañones y nuestra avaricia, para compararnos con ellos en tiernos y amigables; ni es para tratarlo como a fiera un pueblo que tiene virtudes, y poetas, y oficios, y gobierno, y artes!

La crónica aparece, en primera instancia, como un relato de viajes, en la cual el autor discute su punto de vista de una sociedad, y se la muestra a otra que, en algunas ocasiones, teme ser modernizada. El escritor se convierte en cierto modo en publicista, pues da una visión a manera de vender un objeto y resaltar sus cualidades, lo hace por ejemplo Rubén Darío en la exposición de París (1900), porque ensalza las cualidades de lo refinado, creando así un lenguaje estético de lo que sucede en el gran mercado que es la ciudad; es decir, la cuidad como mercado, en el cual abundan las escogencias, incluso a nivel personal. El teatro, los museos, los parques, los lugares de recreación, se convierten en puntos donde las personas asisten a exponerse a la mirada de los demás. 

Empieza a nacer una sociedad fetichista, hedonista, y el escritor poco a poco, igual que el resto, se va acostumbrando a esa vida llena de cosas vacías, en donde tarde o temprano será sólo un objeto más.
En Los Anglosajones Rubén Darío, luego de describir toda una gama de muebles fastuosos, apunta: “No habréis dejado de observar, seguramente, que si la mujer inglesa no es por lo general bella, cuando lo es, resulta de manera tan imperiosa, que hay que reconocer una incomparable diadema sobre esas frentes puras y reales, que sostienen cuellos únicos como formados de un marfil rosa increíble”, y pasa a ser con ello el ser humano un ser inanimado, una gema, pero sólo por el valor decorativo y lujoso de la palabra.

La ciudad viene a convertirse en un lugar utópico, un espacio concebido y recreado sólo a través de la pluma del escritor. Escribe V. López, en la Argentina de los ochenta, “en fin, yo, que había conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, semi-tendero, semi-curial y semi-aldea, me encontraba con un pueblo con grandes pretensiones europeas que perdía su tiempo en flanear en las calles”.

Los relatos de viajes se convirtieron en la mirada de la modernidad en América Latina. Autores que buscan claves en la Europa para resolver las carencias propias y civilizar al bárbaro, al mundo latinoamericano que se encuentra en constante caos. Señala Ramos al respecto: “El viajero no sólo cuenta lo que ve; insiste, más bien, en indicar lo que falta en el mundo representado”.

Mientras tanto, Martí evoca el proceso literario, como un proceso de producción.

Ganado tengo el pan: hágase el verso
y en su comercio dulce se ejercite
la mano, que cual prófugo perdido
entre oscuras malezas, o quien lleva
a rastras un enorme peso, andaba a poco
sumas hilando y revolviendo cifras.


José Duque en sus crónicas también denunciará este hecho. Un ejemplo es Cuente su historia de persecución política, donde hace alusión que en ciertos periódicos, a los jefes de información y redacción se les prohibía ejercer un mal comentario sobre líderes de la oposición política. Luego en Adoctrinamiento: la sucia trampita de El Universal, reclama que en cierto momento se adoctrinó de cierta forma al pueblo venezolano, cuando por ejemplo no se cansaba de repetirse que Rómulo Gallegos era el mejor novelista y, Andrés Eloy Blanco y Juan Pablo Pérez Alfonso, los mejores poetas.

Ambas crónicas están publicadas en Internet, el cual ha sido mecanismo importante dentro del proceso de emancipación, donde existen otras crónicas que dan cuenta del país en otros continentes. La ciudad vista desde este punto de vista es totalmente catastrófico, “justicia para pobres no existe, mucho menos para marginales y para familias perdidas en pueblos olvidados” es lo que se narra por ejemplo en La bulla de los inocentes. Un joven, como muchos otros, es asesinado impunemente por un funcionario policial, que se supone es el protector de los derechos civiles, en un barrio cuyo nombre es Párate ahí, o que es igual un mal chiste, parte del humorismo venezolano.

Cosa que trae a la mente la cantidad de nombres que denominan las calles, dándole un aspecto entre macabro y jocoso, de cómo el venezolano a través de ellas han definido también la ciudad, así pues, pienso en calles como La esquina del muerto, La calle de la puñalada, entre otras.

En este sentido crítico la crónica, desnuda de cierta manera la belleza de la literatura, precisamente por su tono de reclamo.

En Coney Island, Martí seguirá insistiendo en la disolución de la familia a causa de la modernización:

Aquella muchedumbre colosal, estrujada y compacta se agolpa a las entradas de los trenes que repletos de ella, gimen, como cansados de su peso, en su carrera por la soledad que van salvando, y ceden luego su revuelta carga a los vapores gigantescos […] que llevan a los muelles y riegan a los cansados paseantes, en aquellos mil carros y mil vías que atraviesa, como venas de hierro, la dormida Nueva York.

Situación que es vigente y que vemos todos los días. Es una selva de cemento, en palabras de Héctor Lavoe, lo que se presencia a diario en el Metro de Caracas todas las mañanas y a eso de las seis de la tarde. Gente que se empujan, hombres que les proporcionan codazos a las señoras, malos olores, el que se la quiere tirar de simpático con un chistecito de esos que dicta –tranquila mi amor que ese mi celular-, y no falta, por supuesto, el que se cree dj´, que pone la música de su mp3 a todo volumen, para que todos se deleiten con letras como “tú eres mi cachorrita mamá”.

Bibliografía

Andrés Bello. Antología Esencial. Biblioteca Popular para los Consejos Comunales, Serie Las artes y los oficios. Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas –Venezuela. 2007.

Elisa Lerner. Crónicas Ginecológicas. Línea Editores Caracas. Caracas –Venezuela. 1984.

Julio Ramos. Desencuentros de la Modernidad. Fondo de Cultura Económica, Primera Impresión. México. 2003.

Páginas Electrónicas

guerranuestra.blogspot.com/

www.abcpedia.com/biografia/francisco-de-miranda.htm

www.damisela.com/literatura/.../marti/.../index.htm

www.elmundo.es/elmundo/.../1211371612.html

www.venezuelatuya.com/biografias/miranda.htm

www.venezuela-oas.org/Colombeia.htm

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