Siento que entre más leo más despierto. Esa fue la impresión que me dio leer Crónicas Ginecológicas de Elisa Lerner. Cada historia es fácil de traer al tiempo actual. A través de los concursos de belleza, por ejemplo, echamos una mirada hacia aquellas mujeres que en el pasado eran expuestas –también en una especie de pasarela- para ser vendidas en los mercados de los antiguos imperios como esclavas.
Hoy, al igual que en épocas anteriores, una turba de hombres se aglomera frente a los escenarios –o frente a los televisores-, para presenciar el desfile de esa mercancía (pues sin duda exhiben sus virtudes al igual que lo haría un Pantene ante un Sedal) que aunque no podrán comprar para satisfacer sus deseos carnales, sin duda sí, llevarán a sus trabajos, a través de los almanaques.
Mientras, las amantes vengarán a balazos el desamor y el largo engaño de los hombres venezolanos quienes, como señala la narradora, “en materia de política, muchas veces han sido tontos. Pero nunca en materia de amor”, dentro de Final de un cándido sueño rooseveltiano.
Cuando leía esta crónica, escuchaba, por casualidad –las mujeres de ahora no vemos culebrones-, a un personaje de la telenovela La favorita, escrita por João Emanuel Carneiro, diciéndole a otro, que la labor de una prostituta es facilitar y no complicar el trabajo de los hombres, ¿y acaso no es eso lo que hacemos siempre las mujeres? Mercedes García –personaje principal de la crónica en cuestión-, rechaza el traje de novia, para acceder al apasionado amor que le declara el dentista, quien se consigue otra amante, mientras que la esposa -bien, gracias- se hace la vista gorda porque la ampara “conyugal protección”.
Hoy día las mujeres no les damos ningún trabajo a los hombres, a partir de la pastilla pensamos que teníamos la libertad tomada del vestido y resulta que siguen siendo ellos –los hombres- quienes gobiernan hasta nuestra menstruación. Para los hombres “el amor es una aspiración meramente numérica, transitoria (pero siempre triunfante) de obtención de mujeres” señala Lerner en Zona oscura de la liberación femenina. Las novias, solemos hoy día correr “a hacer un indiscreto [urgente] turismo sexual a los moteles” (Postal de amor para Olivia).
Guste o no, lo cierto es que la mujeres nos hemos perdido el respeto, hemos querido que se nos valore, pero no tenemos un buen concepto de nosotras como género. Un ejemplo de ello, es que nos seguimos catalogando como chismosas, torpes conductoras, vanidosas, etc. En sus crónicas, Lerner hablará constantemente sobre una mal llamada literatura femenina, en mi opinión no sólo existe, sino que debe existir este tipo de literatura. Se hace imprescindible para la formación de nuestras mujeres, dejar de referirnos sobre nuestra propia voz como temblorosa o pequeñita.
Quienes hacemos la imagen, la identidad, de la mujer somos nosotras mismas, y debemos dejar de decir que somos frágiles. “En muchas mujeres hay miedo a escribir porque -aún- hay miedo a vivir”. No tengamos miedo para ninguna de estas cosas que menciona la autora y sigamos el matriarcado que señala Lerner en sus Crónicas.