jueves, 29 de octubre de 2009

El Amerindio en el País de los Gigantes

Al igual que el dicho “en casa de herrero cuchillo de palo” el escritor, quien cumple un papel formador dentro de la sociedad, pues lleva en sus manos la tarea de hacer cultura, como un Prometeo que roba el fuego a los dioses para dárselo a los hombres, idéntico a Jack que al escalar el árbol, creado por las habichuelas mágicas, extrae los tesoros del gigante para llevarlos a su hogar, muchas veces se ha visto en la necesidad de retirarse a otros pueblos, a otras naciones, y se convierte en lo que Julio Ramos denomina “un exiliado de la polis”.

En la época de la fundación, en la cual los países de América empezaron a nacer y dar sus primeros pasos hasta convertirse en territorios emancipados, el primero en plantearse la idea de espacio, territorialidad y un continente hispanoamericano libre fue Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez (1750-1816).

Francisco de Miranda aboga por una Hispanoamérica unida, participando en la Independencia de los Estados Unidos y en la Revolución Francesa hasta alcanzar la Independencia de Hispanoamérica. Para alcanzar este objetivo final, varias veces visita a William Pitt, primer ministro británico de la época, para intentar convencerlo sobre su conveniencia en la emancipación de Hispanoamérica, y presenta también su proyecto a George Washington, Alexander Hamilton, Thomas Paine y Gilbert de La Fayette. Napoleón se refirió a él como un “Quijote, que no está loco, [que] tiene fuego sagrado en el alma”.

Y más adelante, Miranda, traduce y publica la Carta a los Españoles Americanos, escrita por Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, jesuita de origen peruano, en la que va a expresar la idea que él tiene sobre la población que constituye el territorio latinoamericano, pues juegan un papel importante, y por igual, tanto el indio como el criollo. Es decir, que al hablar de hispanoamericanos no se refiere a los blancos mantuanos o patricios, a las clases de mayor abolengo, sino a una sociedad mestiza, que integra tanto al blanco, como al indio, etc.

“El nuevo mundo es nuestra Patria, su historia es la nuestra, y es en ella que todos nuestros deberes esenciales, nuestros más caros intereses, nos obligan a examinar y a considerar atentamente el estado de nuestra presente situación”, es decir igualdad y libertad para todos los hispanoamericanos.

Los viajes de Miranda, marcan la brecha de la emancipación del continente latinoamericano, y según Julio Ramos, “los diarios de Viaje por los Estados Unidos de la América del Norte (1783-1784)” de Francisco de Miranda, fueron la clave para los patricios modernizadores, aquellos escritores que marcharon fueron de sus países reseñando a través de la crónica, en la época de la modernización, aquello que estaba ocurriendo en países desarrollados y estaba por suceder en sus propias naciones, y precisamente estos diarios de Miranda, constituyeron una suerte de mapa.

El insigne Andrés Bello se expresa de Miranda en la siguiente forma:

¡Miranda! de tu nombre se gloría
también Colombia; defensor constante
de sus derechos; de las santas leyes,
de la severa disciplina amante.
Con reverencia ofrezco a tu ceniza
este humilde tributo, y la sagrada
rama a tu efigie venerable ciño,
patriota ilustre, que, proscrito, errante,
no olvidaste el cariño
del dulce hogar, que vio merecer tu cuna;
y ora blanco a las iras de fortuna,
ora de sus favores halagado,
la libertad americana hiciste
tu primer voto, y tu primer cuidado.


De la misma forma, Bello va a expresar constantemente en su poesía la idea de melancolía, destierro y añoranza por el paraíso perdido que para él significa Caracas. En El Anauco escribe por ejemplo: “Tú, verde y apacible/ ribera del Anauco,/ para mí más alegre,/ que los bosques idalios”, y según José Ramos en el prólogo a Andrés Bello, que escribe en la Antología Esencial, “nos habla de un idílico riachuelo caraqueño (…) en presencia de la desvelada perspectiva de un tiempo y un espacio arrebatados y perdidos para siempre”. De esta forma expresa Bello su idea de ciudad y territorio. Un paraíso arrebatado, incluso despezado por la idea de modernización. La ciudad, la gente, se desplaza, deja de trabajar el campo, se acaba incluso la naturaleza, para forjar, lo que Bello siempre va a criticar, una sociedad consumista y despreocupada por su tierra.

Durante su estancia en Londres, Andrés Bello, crea Silbas americanas, que luego Pedro Pablo Barnola titula como Elegía del desterrado, en la que va a decir:

¿Y posible será que destinado
he de vivir en sempiterno duelo,
lejos del suelo hermoso, el caro suelo (…)
oh montes, oh colinas, oh praderas,
amada sombra de la patria mía,
orillas del Anauco placenteras, (…)
Visitaré la cumbre, el verde soto,
el caro río, y la cañada amena;
y en mi patria, ¡ay de mí!, seré extranjero.


Bello exalta la huella que ha dejado el espacio irrecuperable y el retiro del campesino, lo cual se denotará ampliamente en La agricultura a la zona tórrida:

¡Salve fecunda zona! (…)
Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra, (…)
escasa industria bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
¿Por qué ilusión funesta
aquellos que fortuna hizo señores
de tan dichosa tierra y pingüe y varia,
al cuidado abandonan
y a la fe mercenaria
las patrias heredades,
y el ciego tumulto se aprisionan
de míseras ciudades,
do la ambición proterva
sopla la llama de civiles bandos,
o al patriotismo la desidia enerva;
do el lujo las costumbres atosiga,
y combaten los vicios
la incauta edad en poderosa liga? (…)
el campo es vuestra herencia; en él gozaos
¿Amáis la libertad? El campo habita,
no allá donde el magnate
Id a gozar la suerte campesina;
la regalada paz, que ni rencores
al labrador, ni envidias acibaran;
agricultura,
nodriza de las gentes,
Ya de lo que antes era
verdor hermoso y fresca lozanía,
sólo difuntos troncos,
sólo cenizas quedan; (…)
Saciadas duermen ya de sangre ibera
las sombras de Atahualpa y Moctezuma (…)
De su triunfo entonces, Patria mía,
verá la paz, a cuya vista el mundo llena
alma, serenidad y regocijo;
vuelve alentado el hombre a la faena,
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza (…)
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa,
se animarán, citando vuestro ejemplo (…)
postrar supieron al león de España.


Y es importante a su vez reflexionar en esta idea. La industrialización atrajo a las familias hasta las ciudades y éstas abandonaron el campo, hoy en día existe una generación de grandes pensadores, altos profesionales y filósofos, que no saben trabajar la tierra. Somos seres incompletos, quienes en ocasiones nos lamentamos por la vida ajetreada de las ciudades, los pocos ingresos y las pocas oportunidades de empleo, y resulta que al mirar a nuestros antecesores tuvimos algún abuelo o bisabuelo que acreedor de una producción de café o ganado, etc., que fue abandonado por nuestros padres y de no haber sido así, ni nosotros ni el país entero, estuviéramos pasando necesidades. Las personas que alguna vez tuvieron que abandonar su territorio, lo hicieron obligados por causas mayores (como ocurrió durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra Federal de España, y demás) pero actualmente muchas veces preferimos, en una noción equivocada de avance cosechar papas o trabajar de mesoneros en otros país, antes de explotar los recursos de nuestro propio hogar.
Bello va a dar una idea de ciudad devastadora, y como señala Alejo Carpentier, citado por Ramos, da un ejemplo de formación ciudadana en cuyos versos invitan a la juventud a regresar al campo y a trabajar por él, único punto de ventaja sobre las huestes imperialistas. Además de hacer una crítica a la sociedad que lejos de educar y ser provista de virtudes, acaba con la lozanía de las jóvenes:

¡Todas nacidas apenas,
y ya cadáveres fríos (…)
¡Tanta flor deshojada! (…)
la celeste diáfana aureola
que en sus quince la niña arrebola.
Nunca en su pecho el ardor
de su liviano afecto, cupo;
no supo jamás de amor,
aunque inspirarlo sí supo (…)
Murió… ¡la alegre!, ¡la gentil!, ¡la pura!
¡la amada!... el baile abrió su sepultura.


Las sociedades crean mujeres prematuras, madres jóvenes, en mayoría solteras, que por una idea mal formada de lo que significa liberación, se prostituyen y convierten en mujeres precoces, olvidándose, no por cuenta propia, de que son piezas principales de la familia, al respecto Martí señala:

Debemos preguntarles a las mujeres cuál es el fin natural de su sed inextinguible por el placer y la distracción. Demos preguntarles si […] pueden luego llevar a su hogar esas sólidas virtudes, esos dulces sentimientos, la bondadosa resignación, aquel evangélico poder de consuelo que sólo puede conservar en algo un hogar sacudido por la desventura, e inspirar a los hijos el desprecio por los placeres materiales y el amor por las satisfacciones internas que hacen a los hombres felices y fuertes.
También Rubén Darío lo señala en Noé Parisiense, publicado en Peregrinaciones, en donde alude a una niña que se le ve conoce las artes de la seducción. Viste como adulta, al igual que el resto de los niños, a quienes se les ve, como Darío señala, ; “es raro encontrar la faz de rosas del fresco niño inglés, o la vivacidad sana de nuestros muchachos”.

Por otro lado, también para Bello la ciudad se inspirará como especie de una Babilonia, un espacio en el que circulan todas las razas y todos los géneros, como se pronuncia en Alocución a la poesía:

De mártires que dieron por la patria
la vida, el santo coro te rodea:
Régulo, Trásea, marco Bruto, Decio,
cuantos inmortaliza Atenas libre,
cuantos Esparta y el romano Tibre;
los que el bátavo suelo y el helvecio
muriendo consagraron, y el britano;
Padilla, honor del nombre castellano;
Caupolicán y Guacaipuro altivo,
y España osado; con risueña frente
Guatimozín te muestra el lecho ardiente;
muéstrate Gual la copa del veneno;
Luisa el cruento azote;
y tú, en el blanco seno,
las rojas muestras de homicidas balas,
heroica Policarpa la señalas,
tú que viste expirar el caro amante
con firme pecho, y por ajenas vidas
diste la tuya, en el albor temprano
de juventud, a un bárbaro tirano.


Se ven en éste poema mezclados romanos, griegos, indios …, y no sólo hombres luchadores sino mujeres valientes y temerarias por igual.

La Poesía, en Bello, cumple su papel al colocarse como principal emancipadora de la libertad de los montes:

Divina Poesía,
tú de la soledad habitadora,
tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culpa Europa,
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grade escena (…)
No te detenga, oh diosa,
esta región de luz y de miseria,
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía,
que la virtud a cálculo somete,
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.


Mientras, José Martí va a dirigir su voz principal desde la crónica, la cual utiliza como un mecanismo de denuncia. En Tres Héroes, Martí va a situar a las Américas y al pueblo que la integra, como un continente en el cual debe prevalecer el derecho, la igualdad y la lucha por un pueblo hegemónico y soberano, “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía. En América no se podía ser honrado, ni pensar ni hablar. Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado”. Y va a hacer mención sobre tres figuras importantes en la independencia del continente;

éstos tres hombres son sagrados: Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus faltas. Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.

Sucede además, que Martí va a hablar sobre la ciudad a partir de la modernización, donde el lugar de la literatura y de los escritores tiene que redefinirse, el texto Martiniano, como refiere Julio Ramos, en Desencuentros de la Modernidad, busca “una meditación sobre el lugar impreciso de la literatura en un mundo orientado a la productividad, dominado por los discursos de la modernización y el progreso”. Los escritores buscan su lugar en la sociedad, puesto que tienen que trabajar para vivir, y muchos de ellos se ven obligados a veces a escribir no lo que desean sino lo que quieren los demás. Se puede decir que no se trata ya del escritor como ser individual inmerso en su mundo, sino del escritor en el mundo de los demás. Aparece entonces en escena la sociedad, y cómo va dirigido el discurso literario hacia ellos.

Afirma Ramos “aún en los escritores más politizados, es notable la tensión entre las exigencias de la vida pública y las pulsiones de la literatura”, en América Latina no se establece el mercado editorial hasta el siglo XX, mientras que Europa el discurso literario tuvo un auge educativo, en nuestros países pudo desarrollarse con mayor auge la crónica ligada al periodismo. Se habla de literatura como una profesión, en la cual queda escribir para vender lo que la gente quiere leer, o vender para aquellos quienes quieran comprar lo que el escritor dice. Martí sufrió mucho esto, puesto que en una de las tantas cartas del editor de La Opinión Nacional de Caracas, este le dice: “entre tanto debo participarle que el público se muestra quejoso por la extensión de sus últimas revistas sobre Darwin, Emerson, etc., pues los lectores de este país quieren noticias y políticas, y la menos literatura posible”.

Sin embargo, Martí seguirá denunciando, y por ejemplo en Las Ruinas Indias, se exalta a la América de los indios, quienes de por sí tenían su propia civilización.

A pesar de que los indios pudieran ser terribles supersticiosos, eran personas sabias, que valoraban las artes y la agricultura. Cada pueblo poseía características diferentes, tenían originalidad, organización, valoraban y respetaban la naturaleza, y todo esto llega a su fin con la aparición del hombre blanco. Como expuso Bello, el indio no perdió por bravura sino por mala fortuna, su pueblo era tan justo e injusto como los otros, y sobre esto Martí va a decir: “La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos. Y de los indios han dicho más de lo justo en estas cosas los españoles vencedores, que exageraban o inventaban los defectos de la raza vencida, para que la crueldad con que la trataron pareciese justa y conveniente al mundo”.

Martí advierte que los pueblos no podemos separarnos, pues relata que cuando llegó Cortés, éste estaba al tanto de la discrepancia existente entre algunos indios que, molestos por algunos pueblos fanáticos que buscaban amedrentar a los más débiles, veían muy ingenuamente en los españoles a los soldados del dios Quetzalcóatl que venían del cielo a liberarlos de la tiranía. Cortés se aprovechó, arremetió en contra de los bravos y cuando hicieron su entrada los sacerdotes españoles, derrumbaron los templos indios para imponer sus dioses. Y muchas veces esto es lo que hacen las naciones dominantes, “divide y vencerás” decía Napoleón, y a fuerza de estar divididas las culturas latinoamericanas, nos hemos dejado invadir incluso en el idioma, un ejemplo son los países en los que ya es un idioma oficial el inglés alternativamente con el español.

“Todo hombre ha de aprender a trabajar en el campo, a hacer las cosas con sus propias manos, y a defenderse”, era lo que reclamaba José Martí, luego en El Padre de las Casas evidenciará:

¡No es verdad que los indios de México mataran cincuenta mil en sacrificios al año, sino veinte apenas, que es menos de lo que mata España en la horca!, ni somos nosotros quién, con todos nuestros cañones y nuestra avaricia, para compararnos con ellos en tiernos y amigables; ni es para tratarlo como a fiera un pueblo que tiene virtudes, y poetas, y oficios, y gobierno, y artes!

La crónica aparece, en primera instancia, como un relato de viajes, en la cual el autor discute su punto de vista de una sociedad, y se la muestra a otra que, en algunas ocasiones, teme ser modernizada. El escritor se convierte en cierto modo en publicista, pues da una visión a manera de vender un objeto y resaltar sus cualidades, lo hace por ejemplo Rubén Darío en la exposición de París (1900), porque ensalza las cualidades de lo refinado, creando así un lenguaje estético de lo que sucede en el gran mercado que es la ciudad; es decir, la cuidad como mercado, en el cual abundan las escogencias, incluso a nivel personal. El teatro, los museos, los parques, los lugares de recreación, se convierten en puntos donde las personas asisten a exponerse a la mirada de los demás. 

Empieza a nacer una sociedad fetichista, hedonista, y el escritor poco a poco, igual que el resto, se va acostumbrando a esa vida llena de cosas vacías, en donde tarde o temprano será sólo un objeto más.
En Los Anglosajones Rubén Darío, luego de describir toda una gama de muebles fastuosos, apunta: “No habréis dejado de observar, seguramente, que si la mujer inglesa no es por lo general bella, cuando lo es, resulta de manera tan imperiosa, que hay que reconocer una incomparable diadema sobre esas frentes puras y reales, que sostienen cuellos únicos como formados de un marfil rosa increíble”, y pasa a ser con ello el ser humano un ser inanimado, una gema, pero sólo por el valor decorativo y lujoso de la palabra.

La ciudad viene a convertirse en un lugar utópico, un espacio concebido y recreado sólo a través de la pluma del escritor. Escribe V. López, en la Argentina de los ochenta, “en fin, yo, que había conocido aquel Buenos Aires de 1862, patriota, sencillo, semi-tendero, semi-curial y semi-aldea, me encontraba con un pueblo con grandes pretensiones europeas que perdía su tiempo en flanear en las calles”.

Los relatos de viajes se convirtieron en la mirada de la modernidad en América Latina. Autores que buscan claves en la Europa para resolver las carencias propias y civilizar al bárbaro, al mundo latinoamericano que se encuentra en constante caos. Señala Ramos al respecto: “El viajero no sólo cuenta lo que ve; insiste, más bien, en indicar lo que falta en el mundo representado”.

Mientras tanto, Martí evoca el proceso literario, como un proceso de producción.

Ganado tengo el pan: hágase el verso
y en su comercio dulce se ejercite
la mano, que cual prófugo perdido
entre oscuras malezas, o quien lleva
a rastras un enorme peso, andaba a poco
sumas hilando y revolviendo cifras.


José Duque en sus crónicas también denunciará este hecho. Un ejemplo es Cuente su historia de persecución política, donde hace alusión que en ciertos periódicos, a los jefes de información y redacción se les prohibía ejercer un mal comentario sobre líderes de la oposición política. Luego en Adoctrinamiento: la sucia trampita de El Universal, reclama que en cierto momento se adoctrinó de cierta forma al pueblo venezolano, cuando por ejemplo no se cansaba de repetirse que Rómulo Gallegos era el mejor novelista y, Andrés Eloy Blanco y Juan Pablo Pérez Alfonso, los mejores poetas.

Ambas crónicas están publicadas en Internet, el cual ha sido mecanismo importante dentro del proceso de emancipación, donde existen otras crónicas que dan cuenta del país en otros continentes. La ciudad vista desde este punto de vista es totalmente catastrófico, “justicia para pobres no existe, mucho menos para marginales y para familias perdidas en pueblos olvidados” es lo que se narra por ejemplo en La bulla de los inocentes. Un joven, como muchos otros, es asesinado impunemente por un funcionario policial, que se supone es el protector de los derechos civiles, en un barrio cuyo nombre es Párate ahí, o que es igual un mal chiste, parte del humorismo venezolano.

Cosa que trae a la mente la cantidad de nombres que denominan las calles, dándole un aspecto entre macabro y jocoso, de cómo el venezolano a través de ellas han definido también la ciudad, así pues, pienso en calles como La esquina del muerto, La calle de la puñalada, entre otras.

En este sentido crítico la crónica, desnuda de cierta manera la belleza de la literatura, precisamente por su tono de reclamo.

En Coney Island, Martí seguirá insistiendo en la disolución de la familia a causa de la modernización:

Aquella muchedumbre colosal, estrujada y compacta se agolpa a las entradas de los trenes que repletos de ella, gimen, como cansados de su peso, en su carrera por la soledad que van salvando, y ceden luego su revuelta carga a los vapores gigantescos […] que llevan a los muelles y riegan a los cansados paseantes, en aquellos mil carros y mil vías que atraviesa, como venas de hierro, la dormida Nueva York.

Situación que es vigente y que vemos todos los días. Es una selva de cemento, en palabras de Héctor Lavoe, lo que se presencia a diario en el Metro de Caracas todas las mañanas y a eso de las seis de la tarde. Gente que se empujan, hombres que les proporcionan codazos a las señoras, malos olores, el que se la quiere tirar de simpático con un chistecito de esos que dicta –tranquila mi amor que ese mi celular-, y no falta, por supuesto, el que se cree dj´, que pone la música de su mp3 a todo volumen, para que todos se deleiten con letras como “tú eres mi cachorrita mamá”.

Bibliografía

Andrés Bello. Antología Esencial. Biblioteca Popular para los Consejos Comunales, Serie Las artes y los oficios. Fundación Editorial el perro y la rana. Caracas –Venezuela. 2007.

Elisa Lerner. Crónicas Ginecológicas. Línea Editores Caracas. Caracas –Venezuela. 1984.

Julio Ramos. Desencuentros de la Modernidad. Fondo de Cultura Económica, Primera Impresión. México. 2003.

Páginas Electrónicas

guerranuestra.blogspot.com/

www.abcpedia.com/biografia/francisco-de-miranda.htm

www.damisela.com/literatura/.../marti/.../index.htm

www.elmundo.es/elmundo/.../1211371612.html

www.venezuelatuya.com/biografias/miranda.htm

www.venezuela-oas.org/Colombeia.htm

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